miércoles, 9 de marzo de 2011

Innovaciones

Me gusta escribir. Especialmente narrativa. Pero nunca fue así. A la edad de ocho o nueve años yo detestaba hacer cuentos, aquellos que los maestros piden a los niños de primaria para los concursos. Los hacía para cumplir nadamás con las tareas. De vez en cuando mis profesores halagaban mi redacción (seguramente estaba implicado el hecho de que yo leía mucho y de ahí me influenciaba para la narración), y sin embargo, eso no despertaba un profundo deseo de convertirme en escritora. A los diez años, movida por las caricaturas de ese entonces, se me ocurrió hacer un plano de un juego que realizaría. La intención era no perderme al momento de concebir la trama. La historia se llamaba La isla del olvido. Poco a poco ese guión fue convirtiéndose en una pequeña novela, redactada por una niña de 10 años. Recuerdo que eran frases cortas y que lentamente fui sustituyendo el juego por la escritura. Debió ser mi salto para esa decisión… lo cual no fue así.
Para empezar mis dedos me dolían de tanto escribir, ya que no estaba acostumbrada. Por otro lado, prefería quedarme viendo televisión a estar experimentando. Y fue precisamente la televisión el detonante para que yo, finalmente, decidiera a escribir.
Durante mi infancia el anime comenzó a invadir al país. Por lo tanto, era cuestión de momentos para que llegara a ser parte de mi vida. Historias clásicas como Mazinger- Z, Los caballeros del zodiaco, Sailor Moon, Las aventuras de Fly, por mencionar algunos, despertaron mi imaginación y marcaron la misma. Lentamente la plaga de anime comenzó a estar en boga de todos, la tv no dejaba de transmitirlas… hasta que llegó el declive en tv abierta. Por acusaciones estúpidas que se basaban en la ignoracia del mismo medio. Para ese entonces comencé el segundo año de secundaria. La mente estaba comenzando a despertar, aunque todavía no me daban ganas de escribir. Es más… creo que ni siquiera lo consideraba como sensación.
El detonante principal fue (y creo que a lo mejor sonará extraño porque nadie hace caso de algo así)… una acusación estúpida contra el anime. Me encontraba lavando los trastes, con la radio prendida que transmitía un noticiero. No le presté mucha atención hasta que comenzaron a leer las cartas de los radioescuchas, revelando situaciones respecto a un programa de tv cuya transmisión rebajó la decencia del anime.  Una de las cartas decía algo como: "Pues en lugar de poner cosas de extranjeros, deberían de poner caricaturas mexicanas"…Extrañada por esa sentencia, me pregunté si había caricaturas mexicanas. Y si las había ¿xq no sacarlas? Mas, deduje que posiblemente no había. No… Si algo saliera, posiblemente ya hubiera salido. Y lo que ya había salido… a lo mejor no bastaría para calmar a la turba de adolescentes que ya había crecido con el anime. Entonces llegó la musa a susurrarme: "Bueno… si no estás segura de que haya algo así en México, ¿porque no empiezas tú a escribir sobre aquellos mundos que te creas a partir de las caricaturas japonesas? Si hay o no… eso lo descubrirás después… pero mientras eso pasa, comienza a poner tu granito de arena".
La chispa de escritora comenzó a encenderse. Solo necesitaba de un buen mechero para que continuará viviendo. El cual… llegó dos años después, casi al finalizar la secundaria. Parecerá curioso, pero fue con la canción All the things she said que la novela… la novela que disfruto escribiendo nació.
He escrito otras tantas cosas. Nunca me suelto de la influencia que el anime me ha otorgado, pues siento que si lo hago perderé las ganas de continuar escribiendo. Después de todo… creo que para mí, como llega a suceder con algunos escritores, es una buena catársis.
(publicado el 23 de julio de 2009 en el espacio de Windows Live)

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