jueves, 19 de mayo de 2011

Canciòn Sangrienta de Sueños

Amanecía frente al extraño castillo que se imponía cruzando 10 000 kilómetros el bosque de Waterloo, tan desgastado, sin vida, yermo.

Los prados del castillo tenían años sin vislumbrar una vida, puesto que todo había desaparecido hacia ya varios siglos. Sólo el castillo con sus prados se mantenía erguido, como parte de la única evidencia que quedó como parte de una venganza, comenzada por un bizcocho y un dodó.

En ese castillo vivían dos reyes, que tuvieron un adorable bebé, precioso como un rorro de finos rasgos. Convertido en la adoración de mamá y papá, el niño creció entre mimos, consentimientos y sobre todo, con la creencia de que todo debía dársele, por lo que este niño no tardó en realizar travesuras sin importarle las reprimendas de los criados, así como algunso otros actos que se supone no hacen los niños, causando problemas a los sirvientes, quienes no sabían como actuar ante los actos que este realizaba, hurtando cosas de la cocina y demás lugares del castillo.
Una tarde,  el niño se metió a la cocina exigiendo que le prepararan de comer. El carnicero principal, quien se encontraba en ese instante en la cocina, le negó al niño los alimentos, argumentando que la cena se serviría dentro de unos minutos por lo que no le hacía daño esperar. El niño realizó un  berrinche, revolcandose en el suelo argumentando que se moriría si no le daban de comer, pero el carnicero se mantuvo reticente en su argumento. Furioso, el niño se salió de la habitación.
El carnicero, sabiendo ya de los raptos que hacía usualmente el niño, colocó un hilo en el dodó que estaba preparando en ese instante, acomododándolo de tan manera que este siguiera el trayecto del niño en caso de que se lo llevara a otro lado y así probar frente a los reyes lo que últimamente hacía su hijo.
En efecto, el niño regresó al cabo de unos minutos y, como ya era costumbre, agarró un bizcocho de la mesa y el dodó recién horneado, animado más por lo bien que olía que por el hambre que le consumía en ese instante. Sin percatarse del hilo que traía colgando el pájaro, se lo llevó a su cuarto, donde se fue cachado por el cocinero poco después, quien andaba muy contento porque mostraría frente a los reyes las atrocidades de su hijo.
Sin embargo, cuando acusó al niño de haberse llevado la cena, los reyes no hicieron caso de las muestras del hombre, argumentando que todo había sido una trampa para su hijo porque seguramente le odiaba, así que procedieron a desterrarlo del castillo.
Al salir, el carnicero juró vengarse. Así que, en cuanto llegó al pueblo se dispuso a planear su venganza, pintandola  con gisen las paredes del lugar que tomó por casa. Después de varios días, llegó a la conclusión que debía tomar a los aldeanos de aliados, pero primero debia ganárselos, por lo que instaló una carnicería en su casa. Los días pasaron y poco a poco, entre pláticas y ventas de carnes, los aldeanos poco a poco fueron tomándole cariño al carnicero, quien de vez en cuando les hablaba sobre las aventuras en el castillo y de lo que ocurría con el hijo de los reyes. Pero tal parecía que para los aldeanos solo eran historias para pasar el rato, por lo que no captaban la esencia de la toma que el carnicero quería realizar.
Entonces, el carnicero supo que necesitaba de una catástrofe para que los aldeanos se levantaran en armas contra los reyes. Pensó en algo que pudiera causar enojo en los aldeanos y así se la pasó por unos meses, hasta que una mala racha del clima causó bajas en las cosechas que no se recuperarían al menos hasta dentro de dos años.  Sabiendo que los reyes jamás se preocuparon por los intereses del pueblo desde que nació su hijo, decidió levantarse en la plaza del pueblo, justo donde las fuentes abastecían al pueblo.
- Compañeros aldeanos. La cosecha no fue buena y hasta el momento sabemos que lso reyes no se han preocupado por saber nuestra situación. Es por su hijo, a quien andan malcriando y sí no hacemos algo, seguramente se convertirá en un rey que lejos de ayudarnos nos perjudicará. Por lo que nosotros debemos darle una buena lección a ese niño para indicarle que su vida, en realidad, depende de nosotros.
Los aldeanos, alentados por las palabras del hombre y llevados por el hambre que ya no aguantaban, decidieron unirse a la causa del hombre.


Para el cabo de dos meses,  varios campesinos que trabajaban en los valles se reunieron frente  al castillo. Los reyes, alarmados mandaron a sus soldados quienes, al ver que el carnicero lidereaba aquella revuelta, decidieron no tomarle mucha importancia.Pero los reyes, al percatarse de ello, se asustaron, sabiendo que venía por su hijo, así que les dijeron a los soldados que no se confiaran.
Demasiado tarde llegó la advertencia. La furia de los aldeanos era demasiada y terminaron con los soldados pronto, además de que muchos eran finados por los cuchillos del carnicero, que cortaban como si los cuerpos fueran una uña estorbosa que necesitaba ser cortada. Ninguno podía con el carnicero y lso campesinos lo respetaban, obedeciendo las órdenes de : "Revisad cada una de las cámaras. No me importa  si sob cuatro, siete o nueve. Revisad y encontrad al niño. Si no os moveis os mataré yo mismo. Vos, por favor, reviseis esa cámara, yo iré por esta"
Mataron sirivientes que se cruzaban, sirvientes ocultos en urnas y debajo de rocas, temerosos por sus vidas...La masacre era tal que pronto el castillo quedó manchado de sangre, volviéndose todo tan silencioso, casi como canción callada.
Eso fue lo que soñé anoche, junto con esta oda que cantaba mientras ocurría la masacre vista por mis ojos omnipotentes:
Muerte en  un castillo
A causa de un carnicero que
Tenía odio con el niño que se
Abarrotó de un bizcocho y carne de dodó
No estaba de acuerdo que estuviera malcriado
Zarpa, zarpa, zarpa y zarpa con cuchillos
A todos en el castil´lo mató sin siquiera levantar una cruz

No hay comentarios:

Publicar un comentario